Un sol excelso

La musicalidad de tu sonrisa
hizo que ya no me importe lo demás…
Cuando por entre tus dientes un sol excelso,
un arco iris y un paisaje me envolvieron completa.
Y sus pentagramas ondulantes
adquirieron sentido.

Fue exótico verte sonreír…
Ver exhalar ángeles de vapores perfumados.
Observar el artesanal entretejido de carcajadas
que te iluminaron…
y me reflejaron dentro de tu círculo de luz.
¡Qué natural te veías!
Contagiabas juventud eterna
Luego, besar tus labios fue inevitable

Bettiana Vázquez

Huérfana de amor

Lloraba intermitentemente

desde aquel día,
ya hace tres años.
Lloraba sin pudor frente al gentío
como en el lugar más íntimo
de su habitación.
Es que las miradas, para ella,
eran como las hojas que el otoño mata
y caen derrumbadas.
Es que nada significaban
porque ya nada importaba,.
lloraba sin pensar.
¡De qué valían
los capítulos felices del ayer,
para qué revivirlos
si todos fenecieron con él!
Lloraba sin guía,
huérfana de amor.

Bettiana Vázquez

Descanso...

Cansada estaba por el día agitado.

Sobre la cama, toda yo

cual ser lleno de vibraciones.

Extendido mi cuerpo,

los senos expandidos sobre mi pecho

y la piel vestida sólo con la brisa

que exhalaba la ventana.

Mi cabellera se abría como un sol

sobre el cielo nublado

de sábanas blancas.

¡Cuánta frescura y cuanta paz

en el sordo silencio de mi cuarto.

Mi mente elevada volaba con las gaviotas

por mares extraños como de otro planeta.

Colores vivos y rocas brillantes;

cascadas azules y otras violetas.

Ahora soy liviana, despojada de prendas,

ahora mis brazos son alas abiertas.

Se iba absorbiendo todo este vuelo

el marrón tierra de mis parpadeos

y me iba derribando cual tigre herido

recopilando caricias aquel dulce sueño

que ya me había vencido.

                                                                  Bettiana Vázquez

Siento que...

(IMAGEN DE LA WEB)

Siento que te amo,

pero no debo aceptar

tu torbellino.

¿Podré ser fuerte

a tu seducción?

Me atormento...

Detenerlo no puedo.

Las razones no encuentro...

Y en el mundo

de cómplices papeles

imagino cómo sería

amarte.

Un sueño 

de pieles desnudas

bajo un cielo estrellado.

Llegaste, ángel guerrero 

decidido a derrotar mi voluntad.

A mi, que me enorgullecía

de controlarlo todo.

Bettiana Vázquez

Me Estremece...

(IMAGEN DE LA WEB)

Vida mía,

me estremece contemplar

tu piel calcinarse 

frente a mi desnudez.

Y me sobresalta

tu respiración húmeda

al tocarnos.

Vida mía,

me excita el aroma

del  deseo en la 

entrega al beso eterno.

Y me enciende

tu paseo en 

impetuosa pasión.

Vida mía,

me enloquece

el vaivén trastornado 

de los cuerpos en ansias.

Y la demencia

de tu barco al llegar

a mis playas blanquecinas.

Bettiana Vázquez

Tu Piel

Tu piel mágica

por donde corren mis deseos.

El suspiro caliente que baja

por el valle de tu pecho

hacia su destino final.

Tu piel tálamo donde muero

como la tormenta: gota a gota.

Bettiana Vázquez

Complementarios

Hombre y mujer.

Antagonismo y semejanza.

Diferentes y necesarios.

Complementarios de toda eternidad.

Santa sexualidad

que plenifica y da vida.

Ensamble perfecto

en un solo ser

que enaltece hasta

hasta el mismo paraíso.

Bettiana Vázquez

Bettiana Vázquez

Yo..desfallecí

Yo que escribía odas a nuestro amor,
a ese idilio de sentimientos.

Yo que inventaba rituales,
en torrente de expresiones.

Yo que me iluminaba frente a ti,
adorado de todos mis días.

Yo diosa de países oníricos,
creadora de surcos celestiales.

Yo que  me engañaba, inocente,
en mi mundo de heroína.

Yo...me derrumbé de repente
como los muñecos de nieve.

Yo, vi diluirse y desaparecer
el fresco espejismo en mi desierto.

Yo...desfallecí sorpresivamente
en mares de traiciones y angustia.

Bettiana Vázquez

Era verdad...

Un minuto de ensueño, un instante irreal...creí.

Sin embargo era verdad, existías...

Y eras el hacedor de todas mis alegrías

mis estrellas iluminando noches en penumbras.

Mi rumbo en el camino, mi horizonte, mi destino. 

Existías y eras el culpable 

de mis pájaros volados.

Mis olas desparramadas

y el dueño de mis costas

inquietas y alborotadas.

Bettiana Vázquez